Asentados en la región de Virei, al suroeste de Angola, los últimos 600 Mucuis viven dispersos en un ecosistema extremadamente árido y rocoso. Son los descendientes de los primeros bantús que llegaron hasta aquellas tierras, y que decidieron establecerse junto a las grandes formaciones rocosas que confieren a ese paisaje un aura especial. Grandes bloques de granito, que hoy siguen representando para este pueblo un lugar sagrado desde el que veneran a sus ancestros.
Históricamente los Mucuis se comunicaban a través de su propia lengua, hasta que sus vecinos los Mucubal invadieron su cultura llevando la lengua mucui a la extinción. Durante la década de los 60 fallecieron los últimos hablantes Mucuis y desde entonces toda la etnia habla únicamente mucubal. Un ejercicio de dominación por parte de un pueblo más numeroso, poderoso y conquistador, cuya soberanía sigue vigente a día de hoy.
Tradicionalmente obtenían sus alimentos pescando y mariscando en las orillas del mar. Sin embargo, poco a poco los Mucubal transformaron a los Mucuis en su mano de obra y hoy gran parte de las nuevas generaciones trabajan para ellos como pastores, cuidando un ganado que ni siquiera les pertenece. Una imposición silenciosa que ha acelerado la pérdida de muchas de sus tradiciones, en una sociedad en la que los conocimientos ancestrales se transmitían de forma oral con una lengua que ya no existe.
A día de hoy, conservan sus tradiciones artesanales y toda una espiritualidad alrededor de la celebración de sus rituales de iniciación. Todavía fabrican cestas y utensilios de madera para recolectar frutos, lanzas para cazar, pipas para fumar y porta-bebés tejidos con piel de antílope. Y durante las celebraciones en las que niños y niñas festejan su paso a la edad adulta, siguen cubriendo sus órganos sexuales con hojas de acacia. Una muestra de orgullo con la que mantienen vivo el recuerdo de los bosques en los que nacieron sus ancestros.
Hasta el día de su boda, niños y niñas peinarán sus cabellos hacia lo alto en forma de cresta. Resquicios culturales de una vida pasada, que cada vez ceden más terreno a la llegada de prendas modernas y productos fabricados en el mundo desarrollado. Cada vez son más los Mucubal y menos los Mucuis y cada vez son más las compañías mineras que destruyen sus lugares sagrados. Las rocas de granito en las que habitan sus adorados espíritus, aquellos que les provén de alimentos y recursos desde el más allá.