Como de tantos otros pueblos podríamos hablar de su modo de vida basado en la ganadería y la agricultura, pero lo cierto es que los mudimba tienen un talento especial para un oficio que otros no tienen: la cestería.
Habilidosas y talentosas, las mujeres mudimba son reconocidas por su destreza en el manejo de fibras vegetales que dan lugar a productos de cestería dignos de estudio. Empleando diferentes plantas locales, fabrican cestas de gran belleza con patrones geométricos muy elaborados de formas cónicas, espirales y hasta cilíndricas. Pequeñas obras de arte en las que almacenan alimentos como el grano o los huevos de las gallinas y que incluso les sirven como producto con el que comerciar en los mercados. Son unas famosas vendedoras de cestas.
Pero no todo queda ahí, su ingenio para dar forma a las fibras les ha llevado a convertirse en unas grandes diseñadoras de muñecas. La juguetería artesanal al servicio de la conservación de su cultura, a través de dos tipos de muñecas fabricadas con plantas, plásticos y vidrios.
Las primeras consisten en unas figuras repletas de trenzas y collares que quedan reservadas para las niñas que se encuentran a las puertas del proceso de iniciación. El ritual en el que dan el paso de la infancia a la edad adulta. Y las segundas están fabricadas con una combinación de fibras vegetales y pelo artificial, que dan forma a collares y trenzas con las que disfrutan las niñas más jóvenes. Un oficio que deja huella en la infancia de cada generación mudimba.
Formada por unos 15.000 individuos, esta etnia vive dispersa en varias aldeas repartidas a lo largo de las sabanas que rodean al municipio de Canhimei. Pequeñas poblaciones cuyos hogares albergan la inspiración del arte mudimba en cada una de sus paredes. Adornadas con colores blancos, negros y rojos que este pueblo extrae de las arcillas de los ríos, para dibujar figuras geométricas de un gusto exquisito con las que hacen de sus casas mucho más que un hogar.
