Si hay un aspecto diferencial que merece la pena resaltar de esta etnia, es su pasión por la ornamentación corporal. Una vida dedicada al pastoreo y la agricultura, a la que ponen una nota de color con todo aquello que pasa por sus manos y que termina alegrando la vista de aquellos que se aproximan a la provincia de Kunene. La región en la que encontramos las aldeas Muhacaonas, protegidas por fuertes empalizadas, en el extremo sur de Angola.
Una sociedad que durante los 27 años de guerra civil que enfrentó a la población angoleña, se vio obligada a cruzar la frontera que separa a la antigua colonia lusa de Namibia. Por eso hoy encontramos a Muhacaonas en ambos países. Manteniendo viva la llama de una cultura ancestral sin un documento de identidad concreto. Centrados en sobrevivir y en que la belleza de sus peinados, prendas, artesanías y hogares reflejen la autenticidad de lo que siempre fueron.
Mientras que los hombres ya han sucumbido a la llegada de las prendas modernas, las mujeres conservan la estética de los tocados que sus madres y abuelas portaron con orgullo hasta el final de sus días. Toda una obra de arte etnográfica en forma de peinados que reciben el nombre de Kapopo. El resultado de una mezcla de estiércol, grasa y hierbas aromáticas con casi cualquier residuo que podamos imaginar. Plásticos de colores, tuercas y chapas que terminan de dar forma al tesoro que portan sobre sus cabellos y que juega un papel fundamental en los festejos animados con danzas, cantos y aplausos.
Apasionados de la música, los Muhacaonas nos invitan a vivir una experiencia única al ritmo de sus canciones tradicionales. Música acompañada del tintineo de unos tocados que nos transportan a un tiempo pasado, en el que todas las Muhacaonas lucían sus tocados Kapopo bajo la luz de la luna.
