Los Himba, también conocidos como Ovahimba o Muhimba, son con toda seguridad una de las etnias más visitadas y fotografiadas de África, no solo por su estética sino también por su carácter afable.
Pueblo de pastores seminómadas pertenecientes al grupo de los Herero, su territorio se distribuye a lo largo de la región de Kaokoland en el norte de Namibia y en la región de Kunene al sur de Angola. Según diversas fuentes, se cree que los primeros asentamientos Herero se establecieron en el siglo XVI en esta región de África procedentes de la región de los grandes lagos.
Los Himba mantienen su tradición intacta pese a que han sobrevivido a varios conflictos bélicos a lo largo de la historia. Su economía se sigue basando en el ganado, principalmente vacuno, cuyo valor no es solamente económico, sino también social y religioso. Por un lado, utilizan la piel, la carne y la leche en su día a día, pero además el número de cabezas de ganado marca el estatus y la jerarquía social. El ganado está presente en la mayoría de rituales y ceremonias de la etnia, así como también en las bodas Himba constituye parte importante de la dote que la familia del hombre tiene que pagar a la familia de la mujer.

Los Himbas practican la poligamia y el hombre Himba tiene que cumplir sus obligaciones con todas y cada una de sus mujeres.
Las aldeas Himba están formadas habitualmente por dos o tres familias que comparten las tierras de un mismo poblado. Las casas son circulares con una estructura de madera de mopane recubiertas por un revestimiento de adobe, hecho a base de excremento de vaca mezclado con arena, trabajo que es realizado por las mujeres. En el centro de la aldea y protegido del exterior se encuentra el corral, donde el ganado está a resguardo de cualquier peligro.
El fuego tiene un carácter sagrado entre los Himba ya que es el canal para comunicarse con sus antepasados y con su Ser Supremo, llamado Mukuru. Habitualmente este fuego sagrado está ubicado entre la casa del líder de la aldea y el corral donde se guarda el ganado. Alimentado con grandes troncos para que siempre esté encendido, pasa de una casa a otra cuando hay necesidad de cocinar.
Especial interés entre los Himba tiene el culto a los muertos; cuando un hombre fallece se sacrifican con él algunas de sus vacas sagradas con la idea de que las almas de todos ellos se unan. Cuando el fallecido es un niño, se le suele enterrar debajo del corral, donde se guarda el ganado, normalmente ubicado en el centro de la aldea.

La estética, y en concreto el peinado, tiene una especial importancia entre las mujeres; no sólo por apariencia, puesto que también está cargada de simbolismo. De niñas, las Himba se suelen hacer dos pequeñas trenzas en la parte delantera de su cabeza hasta la pubertad; en la adolescencia lucen unas largas extensiones que cubrirán una parte de su rostro y, ya en edad de casarse, la mujer Himba peina sus trenzas hacia atrás y deja su rostro completamente despejado. A partir de la pubertad, las mujeres también lucen el Erembe, tocado hecho con piel de vaca o cabra muy característico de esta etnia.
La mujer Himba dedica a diario un tiempo importante para el cuidado y la estética de su cuerpo. Como, por creencias ancestrales, no tienen permitido usar agua para lavarse, toman a diario un baño de humo que procede del carbón mezclado con hierbas aromáticas en un cuenco especial para ello. Una manta alrededor de la mujer hará que ese olor se adhiera al cuerpo. Después de este proceso, las mujeres embadurnan sus cuerpos con la mezcla de una piedra rojiza que muelen hasta hacer polvo con manteca animal. Esta masa de color ocre, tan característica de las mujeres Himba, la extienden por sus cuerpos para protegerse del sol y de la sequedad.