Sus cuerpos y rostros no se parecen en nada al resto de las etnias del continente africano. Ojos rasgados, piel clara, pelo corto, nariz chata y estatura baja son los rasgos que definen a aquellos humanos cuyo ADN es el más antiguo del mundo. Repartidos entre Angola, Namibia, Botswana, Sudáfrica y Tanzania, los Khoisan son el ejemplo vivo más elevado de la supervivencia en un ecosistema salvaje.
Hubo un tiempo en el que habitaron gran parte de África y reinaron en la inmensidad del Kalahari. Una vida libre y salvaje, en plena conexión con la naturaleza, que llegó a su fin a mediados del siglo XVII, cuando colonos holandeses y belgas irrumpieron en sus vidas. Desplazados, expropiados y esclavizados, el 90% de los Khoisan desaparecieron para siempre incapaces de enfrentar la viruela que les contagiaron los europeos.
Gracias a los 11.000 Khoisan que aún viven a lo largo de la frontera que separa Angola de Namibia, todavía hoy podemos ser testigos de una cultura estrechamente vinculada a la caza y la recolección. De ahí el significado de su nombre: Khoi, personas dedicadas a la agricultura, y San, personas dedicadas a la caza. Un pueblo capaz de diferenciar hasta 262 especies de animales, de las cuales 80 forman parte de su dieta, y hasta 200 tipos de plantas, de las que consideran comestibles 105.
Se trata de una sociedad en la que todas las decisiones se toman en grupo, porque para ellos no existen las jerarquías. Los hombres dedican su tiempo a la caza y las mujeres a la recolección de frutos y raíces. Dos actividades que les obligan a vivir en constante búsqueda de presas a abatir y alimentos que encontrar en lugares aparentemente yermos. Una vida nómada cargada de sabiduría al servicio de la supervivencia.
Para los Khoisan, la vida y la muerte están determinadas por la actividad de los espíritus de sus ancestros, aquellos con los que se comunican a través de la luna llena. Consideran que los espíritus de los muertos acuden a la tierra para llevarse consigo a los vivos. Identifican las enfermedades como la invasión del cuerpo de una persona sana por parte de dichos espíritus y los combaten mediante un ritual llamado el Baile de la Jirafa. Una lucha alumbrada por las llamas de una hoguera, en la que los sanadores Khoisan libran una batalla contra los espíritus para salvar las vidas de sus seres queridos.
Llegada la muerte dejarán los cuerpos de sus fallecidos a la intemperie u en el interior de una cabaña, antes de partir en busca de un nuevo hogar. Porque para ellos, lo material no tiene ningún valor y será la naturaleza quien haga desparecer el cuerpo para fundirse con ella y enriquecer el ecosistema en el que siempre se han sentido libres.