Ella es Jepe, la chica que se ofreció y me ayudó a descubrir y entender la forma de vivir de su etnia africana, los Himba.
En caso de que no sepas quien es esta singular etnia, te diré que Los Himba son un pueblo semi-nómada. Es una de las pocas etnias de África que todavía conserva su estilo de vida original y que habita principalmente en la región de Kunene, al norte de Namibia.
Viajé a Namibia hace 2 años con dos compañeros. Tuvimos la gran oportunidad de acampar con esta etnia y ver de cerca sus costumbres y estilo de vida y, a continuación, quiero compartir esta fascinante experiencia contigo.
Empezamos el viaje por el Sur del país, seguimos subiendo a través de la costa Oeste hasta llegar a Opuwo, ciudad capital de la región de Kunene y territorio de la etnia Himba y cuyo nombre significa “el final” en idioma herero.
Para poder acampar con los Himba, tuvimos que contar con el permiso del jefe del poblado y con la ayuda de un guía local que hablaba su idioma. Sin la ayuda de este guía, difícilmente nos hubiéramos entendido ya que pocos miembros de esta etnia habla inglés. Tal y como nos indicó nuestro guía, fue conveniente llevar comida de primera necesidad como ofrenda y agradecimiento y a la vez para facilitar nuestra entrada.
Después de un buen rato conversando con el jefe y nuestro guía local, conseguimos el permiso para plantar nuestras tiendas y empezar la aventura de la acampada.
Jepe fue la chica que nos acercó al resto del poblado y pudimos ver de cerca una tarde cualquiera de esta etnia. Muchas veces, ella me cogía de la mano para que la acompañara a hacer sus actividades. Vimos cómo se construía una casa tradicional hecha con madera de Mopane recubierta de adobe y paja. Pudimos ver también cómo encendían el fuego para cocinar la cena y mantenerlo para la noche. Vimos cómo iban previamente a recoger leña, a buscar agua al pozo, a ordeñar las cabras o cómo se cuidaban de los niños. Se encargaban de todas estas tareas las mujeres del poblado, mientras los hombres estaban fuera pasturando el ganado.

Aquella tarde fue mágica; tras visitar el poblado, conversar o intentar comunicarnos con signos y jugar con los niños, nos fuimos a uno de los bares locales de Opuwo con Jepe y sus amigas.
Empezamos tomando unas cervezas y unos refrescos. Atrajimos a varios curiosos del pueblo, entre ellos muchos niños, y el bar se empezó a llenar. Acabamos bailando y haciéndonos fotos.


Al cabo de unas cuantas horas volvimos al poblado para preparar la cena. Al llegar ya tenían la hoguera hecha para cocinar. Después de cenar, las mujeres empezaron con bailes y cantos tradicionales alrededor de la hoguera. Me encantó poder verlos “en su salsa”. Son gente muy alegre, divertida y disfrutan de estos simples momentos que da la vida.

Al día siguiente muy temprano, Jepe nos invitó a su casa para mostrarnos el particular ritual de su aseo personal de cada mañana. Me llamó mucho la atención saber que las mujeres no disponen de agua para lavarse. Para ello, utilizan el humo que sale al quemar las hojas de un árbol aromático. A mi me recordó al olor de un incienso.
Después de su aseo, Jepe untó su cuerpo con una mezcla de polvo de ocre mezclado con grasa animal y hierbas. Las mujeres Himba utilizan esta mezcla como protección de los mosquitos, del sol y les deja la piel con este color rojizo tan característico de ellas.
¡Os aseguro que funciona!

Esta misma mañana conocimos a la hermana de Jepe. Wakagiba es diferente. Su sueño es ser doctora. Los Himba no tienen que seguir los pasos de sus familiares ni tradiciones, si no quieren. Como Wakagiba, pueden abandonar su cultura y raíces Himba para poder ir a la escuela a estudiar. Wakagiba dejó de vestir tradicionalmente, dejó de llevar los collares y pulseras y se cortó el cabello. Los peinados de la mujer Himba tienen mucho simbolismo. Estos peinados van cambiando según la etapa en la que la mujer se encuentra. De niñas llevan dos trenzas y en la adolescencia y época de buscar marido usan unos tocados hechos de piel que ponen encima de su pelo trenzado.
Me quedé con curiosidad de saber más de sus vidas, de conocerlas y de convivir más tiempo con ellas, pero era nuestro último día y nos teníamos que ir.
De esta acampada y viaje, me quedo con la alegría que irradian y la sonrisa que nunca pierden. He podido ver y sentir la amabilidad de esta etnia y nunca olvidaré haber podido experimentar un pedacito de la vida de los Himba.
¡Opuwo!
Mireille dice
Gracias Laia
Qué reportaje tan bonito e interesante !
Es mi sueño ir a encontrar los Himba desde que tuve entre las manos un libro con fotografías de esta etnia. Espero poder viajar con vosotros muy pronto.
Un abrazo.
Mauri Hernández dice
Muchas gracias Mireille por su comentario, esperamos también que pueda cumplir pronto su sueño. Saludos.