De los Hamer en el sur de Etiopía a los Muhilas de Angola, pasando por los Himbas del norte de Namibia o los Woddabe del Chad. La variedad etnográfica del continente es una de las más altas del planeta.
De Sur a norte y de este a oeste, África contiene una riqueza antropológica única. Etnias que mantienen su cultura desde tiempos ancestrales y que hacen las delicias de los viajeros.
En Angola, sin ir más lejos, podemos descubrir a los Muhilas, uno de los iconos de este país con pasado cultural portugués. De estética espectacular y famosos por los llamativos collares y peinados de sus mujeres. Ganaderos y agricultores, a los Muhilas los podemos encontrar en las inmediaciones de Chibia, cerca de Lubango.

Más al sur del continente, al norte de Namibia, otra de las etnias que llamarán la atención al viajero son los Himba. Pueblo seminómada y que llaman la atención a primera vista por los originales peinados femeninos y los diferentes ornamentos.

En el Chad, por su parte, en un rincón de África más alejado y con una paisajes más árido, la representación etnográfica también se multiplica. Podríamos hablar, por ejemplo, de los poco conocidos Dangaelat, etnia animista por antonomasia que combinan su acción en los montes Guera y el sur del país. Vistosas resultan sus peculiares danzas.
Sin embargo, si existe un país donde se concentra una mayor variedad etnográfica en menor distancia es el sur de Etiopía. Una larga lista de pueblos podríamos enumerar del único país no colonizado del continente.
Podríamos comenzar hablando de los Hamer que, al sur del río Omo y al norte del lago Turkana, viven con unas costumbres ancestrales, idioma propio y ritos como el Ukuli Bula o salto de los bueyes.
Sus vecinos los Dassanetch, ganaderos pero también agricultores que aprovechan las inundaciones de los márgenes del río Omo, se deben a una organización patriarcal, encabezada por un grupo de ancianos. Los podemos encontrar en la desembocadura del río Omo y la zona norte del lago Turkana.
A poco más de 4 horas en vehículo de aquí los Dorze nos acogerán con una sonrisa. Los podemos distinguir por vivir en un lugar paradisíaco, unas montañas donde se divisa el parque nacional de Nechisar y, cómo no, por sus coloridas túnicas de dibujos geométricos que elaboran en tradicionales telares. Compartir una noche con ellos, a la luz de una hoguera, y disfrutando de sus cánticos y bailes, es una experiencia muy recomendable.

Como colofón a este paseo por el África más antropológico (o al menos una pequeña representación) nos quedaríamos con los Mursi. Y sí. Los podemos distinguir, entre otras muchas cuestiones, por los platos labiales y los aros lobulares de sus mujeres. Una de las fotografías de cualquier viaje por Etiopía. Los Mursi, cuyos varones los veremos con aspecto fiero y un arma para proteger el ganado como sempiterna herramienta, se dedican al cuidado de sus vacas y, en menor medida, al cultivo del sorgo o del maíz.
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