Sucedió a la orilla del río. De un riachuelo, para ser más exactos. Los pequeños hombrecillos caminaban sigilosos entre la selva camerunesa (¿he dicho caminaban? Noooo, ¡parecía que flotaban!).
El gesto pausado pero enérgico del cabecilla paraliza la marcha del grupo. Un pequeño antílope y su futuro como parte del ágape de la jornada tienen la culpa.
A partir de aquí, los rápidos movimientos se suceden, la organizada batida cumple el objetivo y los pigmeos siguen la marcha.
El destino ahora podría ser una desaprensiva ave, un poco de miel recolectada de un árbol o una planta cuyas hojas desprenden una resina curativa.
Así son los pigmeos. Los últimos cazadores-recolectores. La legendaria estirpe de pequeños africanos que toman de la selva lo que necesitan, ya sea para alimentarse, construir sus curiosos “mongulus” (chozas a las que se accede inclinado, elaboradas con hojas de palma) o con fines curativos.

A los pigmeos, conocidos por su pequeño tamaño (un varón adulto puede medir tranquilamente 1,50 metros) podemos encontrarlos en las frondosas selvas ecuatoriales de África de al menos una decena de países, entre los que se encuentran Camerún, Gabón, Uganda o República Democrática del Congo.
Aunque nómadas de condición, su sedentarismo van “in crescendo”. Las enormes pistas forestales que jalonan la selva y la presión de la civilización los ha ido desprendiendo, de manera progresiva, de su carácter original.
Sin embargo, todavía los podemos ver cuando cazan con flechas, lanzas o redes diferentes tipos de aves, cerdos o antílopes; recolectan fruta, tubérculos o miel; y tienen relación con sus pueblos vecinos, especialmente intercambiando diferentes productos. Las familias de pigmeos son diversas. Baka, Bagdeli, Babongo, Mbuti, …

Compartir unos días en sus campamentos de la reserva del Dja (Camerún) o en los aledaños del río Sanga, en la República del Congo, por citar solo alguno de los viajes que ha organizado Rift Valley Expeditions, constituye una experiencia única. Dejarse mecer, cuando llega la noche, de los cantos polifónicos que desprenden sus gargantas, más.
La música (insistimos, otra de sus características más increíbles) penetra en la vida diaria de los pigmeos. Impregnada de cosa cotidianas, eventos y actividades concretas, la música aporta sensualidad a una tribu única. Fascinante.
Cada viaje al universo de los pigmeos es una mirada al pasado. Un pacto con la naturaleza más recalcitrante. Un homenaje al África más auténtica. A los grandes viajes a África.
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