El retoño retoza entre las garras de su madre. Levanta ligeramente la vista y mueve la cabeza con curiosidad clavando la mirada al infinito. Tras los árboles, a un centenar de metros, se siente observado. El leopardo (y su instinto) desconfía. Tras los potentes objetivos fotográficos, el grupo de humanos. Un equipo de Rift Valley que, en viaje prospectivo a Botswana y Cataratas Victoria, recreamos y registramos todo lo que ocurre, con la finalidad de seguir ofreciendo un servicio impecable en esta parte del Cono Sur de África.

Entre el 29 de abril y el 9 de mayo pasados, Toni Espadas, Pep López, Laia Sudrià y Rafa Martín recorrimos alguno de los lugares más importantes del Delta del Okawango, el desierto del Kalahari (Botswana) y Cataratas Victoria (Zimbawe).
Tras un largo viaje en vuelo internacional con varias escalas, aterrizamos en Maun, una ciudad ubicada al sudeste del delta y colindante con el desierto.
Maun
Punto de encuentro imprescindible para la visita de estas zonas naturales de Botswana, Maun es una ciudad próspera gracias a la influencia de su aeropuerto internacional y la empresa turística. Fundada en 1915, buena parte de las exploraciones al interior del país comienzan y terminan aquí. Tanto en Maun como en la zona, puede sorprender el contraste entre el día y la noche, con un descenso importante de temperaturas cuando se pone el sol (con mínimas de hasta 6 grados) y un calor intenso en pleno día (con temperaturas que puede superar los 25 grados).

La siguiente escala del viaje prospectivo fue el espléndido Delta del Okawango, la rica reserva de Moremi y el salvaje desierto del Kalahari.
Delta del Okawango
Desde el aire el agua se extiende sin fin, de manera capilar, como las raíces interminables de un árbol acuático. Así es el Delta del Okawango. Inusual delta que desemboca en una llanura y no en el mar, tal y como nos tiene acostumbrada la naturaleza más próxima. El fenómeno permite al observador disfrutar de elefantes chapoteando entre humedales, cocodrilos tomando al sol e impalas recorriendo los múltiples caminos.
El delta, que cubre entre 15 mil y 22 mil kilómetros cuadrados, se nutre del río del mismo nombre, que crece 1.600 kilómetros al norte (en la meseta de Bié, Angola).
La estación de lluvias (tanto la de Angola como la del delta) se produce entre octubre y abril y, por ende, la crecida del río que, sin embargo, empieza a notarse en diciembre (y tarda nueves meses en completarse), debido a la escasa pendiente del río.
En este paraíso, encontramos kudús, jirafas, elefantes, puercoespinos, ñús, hipopótamos, leopardos o cebras, por citar algunos ejemplos. Entre aguas interminables se realizan safaris en mokoro (embarcación tracional para recorrer las pantanosas aguas de laguras y ríos) o barcas a motor. También safaris a pie, safaris nocturnos y, cómo no, viajes panorámicos en helicóptero.

La enésima avioneta nos llevó a la Reserva de Moremi, nombre que presta del jefe Moremi, de la tribu batawana.
Reserva Natural de Moremi
La antigua reserva de caza combina zonas húmedas con áreas más secas. Sabana, zonas densamente pobladas de árboles y humedales permiten la observación de aves en las lagunas, perros salvajes, elefantes, hipopótamos y un sinfín de impalas o kudús. En esta zona proliferan las zonas controladas de acampada, campamentos móviles y lodges.
La avioneta para el equipo de Rift Valley, en esta ocasión, nos trasladó hacia el sur: el desierto del Kalahari.
Reserva del Kalahari
Ubicada en el centro de Botswana, la Reserva del Kalahari (el desierto del mismo nombre ocupa también Namibia y Sudáfrica, y tiene una extensión total de 930 mil kilómetros cuadrados. La parte de Botswana, sin embargo, se reduce a casi 53 mil kilómetros cuadrados), presenta una variadísima fauna de antílopes, cebras, kudús, oryx, ñus y felinos de todo tipo. De hecho, una de las actividades más interesantes es el tracking de estos últimos animales. El guía de turno, conocedor del entorno, se dirige a las zonas donde son más habituales y, siguiendo el rastro del rey de la sabana a través de sus huellas, lo busca para obtener la preciada fotografía, en un ejercicio que no deja a nadie indiferente.

El entorno y, sobre todo, la cultura san (habitantes de la zona que han ido desapareciendo paulatinamente) nos pide quedarnos un poco más. Queremos profundizar en los san (conocidos por los occidentales como bosquimanos), su caza tradicional, su cliqueo vocal o esas danzas ancestrales de las que se sienten orgullosos.
Sin embargo, poco queda de los cazadores- recolectores por estos lares que vivan todavía como antaño y, sobre todo, poco tiempo disponemos para investigar sobre el terreno. Un nuevo reto futuro para Rift Valley, especialistas también en viajes etnográficos.
La triple experiencia de safari en Botswana nos tiene preparado la guinda del viaje (una más): las cataratas Victoria. Tras aterrizar en Kasane y realizar los formularios de entrada de Zimbawe, aparecemos en Cataratas Victoria, una de las Siete Maravillas del mundo natural.
Cataratas Victoria
Una trocha bien marcada y húmeda nos dirige a un sonido atronador. Los cuatro miembros de Rift Valley vamos de la mano de un tipo rudo, seguro que, bigote en ristre, nos marca el camino. Así, de soslayo, parece el Doctor Livingstone, misionero y explorador escocés que visitó la cascada en 1855 y la bautizó con el nombre de la reina del Imperio: Victoria. Conocidas también como Mosi-oa-Tunya (el humo que truena en idioma local).

El camino desemboca en una cortina de fina lluvia, sonido profundo y vistas (cuando la neblina lo permite) de una catarata sin fin. No es para menos. 1.7 kilómetros de largo y 108 metros de alto, está considerado uno de los espectáculos del mundo. Ver el agua caer al abismo provoca una sensación de vértigo. Tenemos suerte. Mayo es uno de los meses de mayor cantidad de agua que vierte por este canal el río Zambeze. Nos quedamos literalemente “embobados” ante esta suerte de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. El paseo panorámico de la tarde anterior por el Zambeze sigue en nuestra retina y nuestra mente viaja al pasado. Al siglo XIX, cumbre la exploración en el continente.

Empapados de emoción y recuerdos, nos giramos los cuatro al unísono ante esa figura imponente que nos ha acompañado en la vista . Saltando espacio geográfico, tiempo y rememorando una escena que tuvo lugar a orilla del Tanganika, le decimos a nuestro nuevo amigo: “Doctor Livingstone, supongo!”.
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