El actual desierto del Sáhara no ha presentado siempre el aspecto hiperárido que hoy lo caracteriza. En su historia climática reciente pueden distinguirse distintas etapas. Hacia el año 10.000 a.C., y después de un período de un clima muy frío, se abrió en el Sáhara una fase de clima muy benigno conocido como Gran Húmedo Holocénico. Durante esta fase, las altiplanicies saharianas se poblaron de abundante flora y fauna, y se llenaron de lagos y de ríos permanentes o estacionales. Grupos de jirafas, elefantes, hienas, felinos… y muchos otros herbívoros y carnívoros campaban a sus anchas por este vergel. Los humanos cohabitaron con todos ellos en el mismo hábitat, desarrollando una cultura epipaleolítica basada en la caza y la recolección masiva de cereales silvestres.

Hace 10.000 años, los humanos, los Homo sapiens, poseían el mismo sistema nerviosos que nosotros, las mismas facultades de síntesis y abstracción, no eran ni más lentos ni más primitivos que nosotros. Durante este período, el arte de estos humanos se manifiesta a través de las pinturas y los grabados rupestres. Un hecho interesante es observar como parece evidente que el inicio de la creación artística no es fruto de ninguna cultura ni etnia particular, sino que está bien arraigado en la misma naturaleza del Homo sapiens, de todos los Homo sapiens. Si bien el grabado parece el procedimiento más extendido, quizás es únicamente porque se conserva mejor. En cualquier caso, los humanos, aprovechando las rocas, consiguieron unos grabados que a nuestros ojos nos parecen una maravilla.
Podemos afirmar que se observa una unidad extraordinaria de técnicas y representaciones. Dibujos parecidos que se encuentran a centenares, hasta miles de quilómetros de distancia los unos con los otros. Es evidente que este arte presenta una cierta diversidad, pero conserva una unidad, indiscutible. Un arte, en cualquier caso, realizado por estos cazadores-recolectores que vivían en grupos pequeños, de unos 20 individuos, y de cuando el Sáhara no era un desierto, sino un jardín del Edén.


Pero centrémonos en las pinturas y los grabados que hallamos esparcidos por el Sáhara. Las imágenes de animales, principalmente los grandes herbívoros, son las que nos quedan en la memoria. Jirafas, elefantes, antílopes o bóvidos. Encontramos también muchos signos misteriosos, como trazos geométricos, y de vez en cuando algún esbozo de humanos. Pero quizás debamos acentuar lo que no encontramos en este arte rupestre: los artistas no representan jamás el sol, la luna, las estrellas, las nubes o la lluvia. También ignoran la flora: no hay ni árboles ni plantas. Tampoco hay paisajes. No hay cabañas ni casas. Muy probablemente nuestros antepasados no tenían intención de describir su entorno familiar. Aun así, reproducen los animales de la zona. ¡Pero no todos! Nunca es una visión de la fauna existente, sino más bien un muestrario, una selección de animales que vivían en la zona. Los pájaros, los peces, las serpientes o las lombrices, cuyos restos se han encontrado en distintos estratos arqueológicos muy pocas veces son representados.

Tampoco representan a los insectos; ni siquiera las moscas o los mosquitos. En cambio, los antílopes y los bóvidos abundan. Todo esto corresponde a una elección clara. Y de vez en cuando (¡muy de vez en cuando!) aparecen humanos dibujados o grabados en estas rocas… pero se trata de siluetas muy esquemáticas, sin apenas realismo. Prácticamente nunca no se puede distinguir si se trata de hombres o de mujeres, de tan borrosas y poco detalladas que son. Ineludiblemente fueron deliberadamente hecho así, porque los animales los dibujan con esmero detalle. ¿Por qué? Probablemente sea causa del poder que se atribuye a la imagen, que en muchas culturas equivale a la realidad. En todo caso, este es uno de los muchos interrogantes que siguen teniendo las pinturas y los grabados rupestres del Sáhara que hoy día tanto nos seducen.

El arte rupestre se documenta en todos los continentes y dentro del africano tenemos innumerables testimonios de este tipo de pinturas y grabados. En las rutas que diseñamos desde Rift Valley Expeditions siempre lo tenemos presente y visitamos lugares tan interesantes como Tchitundo Hulo en Angola, Twyfelfontain y Spitzkoppe en Namibia, Kondoa en Tanzania o el parque de Tassili N’ajjer en Argelia.

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