Cuenta la leyenda que en un tiempo pasado, en una época posiblemente inventada, tres ancianos recorrían a pie el norte de Madagascar bajo un sol abrasador. Prófugos de una brutal sequía, soñaban con llevarse un trago de agua al gaznate antes de que el calor acabase con sus vidas. Hasta que llegaron hasta una aldea llamada Antagnavo.

Solicitaron agua a los habitantes de la aldea y sin embargo, todos se negaron a calmar la sed de aquellos tres cuerpos decrépitos. Todos menos una joven pareja que vivía junto a su bebé recién nacido en una chabola al final de una calle. Ellos ofrecieron agua a los ancianos y estos, en señal de agradecimiento, les aconsejaron que abandonasen Antagnavo cuanto antes. Fruto del egoísmo de sus habitantes, en señal de venganza, los tres viejos peregrinos habían solicitado a los dioses que un diluvio hiciera desaparecer la aldea para siempre.
A toda prisa, los ancianos, la pareja y su bebé, abandonaron la aldea antes de que se cumpliese la profecía. Las nubes cubrieron el cielo y la lluvia sumió a la pequeña localidad y a sus habitantes bajo las aguas, formando el hoy famoso lago sagrado de Antagnavo. Un gran espejo de aguas cristalinas próximo a la ciudad de Annivorano del Norte, la urbe en la que vive el nonagenario que protagoniza esta historia: Zafilosy.

Zafilosy es conocido entre los ciudadanos sakalava de Annivorano del Norte como el mpijoro. O lo que es lo mismo: el sacerdote del lago sagrado que se comunica con los cocodrilos. Los sakalava creen que Zafilosy, nieto de Losy, es el último descendiente de aquella familia que escapó al diluvio. Y por consiguiente, el único capaz de comunicarse con los ancestros que fallecieron bajo las aguas y que hoy viven reencarnados en los cocodrilos del lago.
Familias de toda la región, acuden cada semana hasta el hogar de Zafilosy para rogarle que oficie una ceremonia en el lago con la que pedir buenos deseos. Buena salud para un hijo que está en camino, buena suerte para una pareja que vaya a casarse o cosechar una copiosa cantidad de cereal, son entre otros los deseos positivos que pueden ser concedidos por los cocodrilos.
Siguiendo con la tradición, rodeado por sus sobrinos y nietos, Zafilosy se arrodilla frente al valamena. Una imponente estaca de dos metros coronada por un montón de cornamentas de cebú, ubicada a escasos metros de las aguas del lago. El mpijoro realiza una oración bañando la estaca con ron y miel mientras decenas de mujeres comienzan a cantar y a dar palmas, llamando la atención de los cocodrilos que se encuentran sumergidos bajo las aguas. La familia que solicita el deseo acude hasta una playa cercana portando un gran cebú de color negro con una mancha blanca en la frente. Los sobrinos y nietos de Zafilosy se apresuran a sacrificarlo y a dividir su cuerpo en dos partes mientras el coro de mujeres eleva el tono. El preciso momento en el que los cocodrilos comienzan a salir del agua.

Terminadas sus oraciones frente al valamena, Zafilosy reparte una de las mitades del cebú entre los asistentes a la ceremonia y la otra entre la decena de cocodrilos que han decidido apuntarse al festín. Uno a uno, Zafilosy les lanza suculentos pedazos de carne que provocan más de una pelea entre los saurios de más de 4 metros de longitud. Una amistad ancestral entre seres humanos y bestias, que hoy representa la principal causa del buen estado de conservación en el que se encuentran las aguas del lago.
Bañarse, pescar, lavar o cualquier ejercicio que pueda perturbar la paz de las aguas en las que viven los cocodrilos es considerado fady. Es decir, la equivalencia al pecado en el universo animista de los sakalava. Aquel que quebrante la norma y cometa un fady, se verá expuesto a un trágico destino. Lo mismo que les sucedió a aquellos que en un tiempo posiblemente inventado, rehusaron de ofrecer agua a aquellos que más lo necesitaban y cuyos dioses se cobraron una venganza que les convertiría en cocodrilos para siempre.
“In Antagnavo the crocodiles don’t attack people.
Zafilosy
That’s why I say they have soul. For us they are sacred.
They are the guardians of the lake”
Aner Etxebarria
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