Las nubes comienzan a disiparse lentamente y los rayos del sol se abren paso entre la bruma que peina las copas de los árboles. El viento se detiene, el canto de las primeras aves anuncia la llegada del buen tiempo, las cigarras frotan sus alas con violencia inundando el paisaje con un ensordecedor cri-cri-cri y en la lejanía comienzan a escucharse los gritos de unos primates blancos radiantes, que únicamente habitan en las profundidades de esta selva perdida en el corazón de Madagascar.

Nos encontramos en el Parque Nacional de Marojejy. Una joya de la naturaleza ubicada al noreste de esta gran isla rodeada por las aguas del Océano Índico. Un rincón del planeta, en el que la evolución decidió desarrollarse como un verso libre, en el que primates, aves, reptiles e insectos de formas y colores imposibles nos invitan a vivir una experiencia inolvidable. En definitiva, un mundo aparte.
A medida que nos adentramos en las profundidades de una selva virgen salpicada por bellas cascadas e imponentes formaciones verticales de piedra, la biodiversidad se abre paso ante nuestros ojos. Camuflados sobre las cortezas de los árboles, los uruplatus giganteus permanecen inmóviles tratando de pasar desapercibidos. Unos geckos de ojos hipnóticos y colas con forma de hoja que nos invitan a pensar que fueron creados por un diseñador de influencias surrealistas.
A lo largo de la ascensión, nuestros pasos se ven obligados a esquivar milpiés rojos de más de 30 centímetros de longitud y cochinillas turquesas del tamaño de pelotas de golf. Mientras tanto, escondidas entre las hojas de las plantas, una innumerable variedad de preciosas y diminutas ranitas mantela nos observan desde el anonimato. Preocupadas porque las suelas de nuestras botas pudieran aplastar algún brookesia, el camaleón más pequeño del mundo, cuya longitud no supera los 15mm.
Toda una experiencia para los sentidos y un disfrute para todos aquellos que amamos la naturaleza, antes de dar con el rastro del fantasma de Marojejy: el sifaka sedoso. Un lemur considerado en peligro crítico de extinción, debido a la caza furtiva y la destrucción de su ecosistema, cuyo pelaje nos recuerda a una nube de algodón saltarina que con elegancia cambia de árbol sin aparente esfuerzo. El tesoro más valioso y el emblema de este ecosistema. Un bailarín que ayudado por su cola a modo timón, consigue mantener el equilibrio ante saltos imposibles y que nos concede unos minutos de ensueño antes de perderse nuevamente en la espesura.
La recompensa que nos hace sentir que todo el esfuerzo ha merecido la pena. Que la caminata, con noche incluida en un refugio de película, la paciencia y la perseverancia han quedado al servicio del famoso dicho: “lo bueno se hace esperar”. Si eres de esos que disfrutan adentrándose en los bosques de la África Ecuatorial en busca de chimpancés y gorilas, el sifaka sedoso te está esperando.
Aner Etxebarria.
Pedro Delojo dice
De todos mis viajes por África siempre he tenido interés por visitar Madagascar.
Si me podéis enviar información, días previstos, fechas de salida y precios, os lo agradecería, así podré hacer mis cálculos.