Los primeros rayos de sol iluminan un horizonte dibujado por tres gigantes durmientes: el Muhavura, el Gahinga y el Sabinyo. Los tres volcanes que forman el Parque Nacional de Mgahinga. El parque más pequeño de Uganda y el único que comparte sus fronteras con Rwanda y República Democrática del Congo. El hogar de una de las últimas familias de gorilas de montaña y de Joy, la ranger cuya historia ya ha dado la vuelta al mundo.
Este es el relato de una mujer que se siente madre por partida doble. Madre de sus hijos, Favor y Abie, y madre de la familia Nyakagezi. El único clan de gorilas de montaña que habita en el Parque Nacional de Mgahinga, formado por 9 miembros, entre los que se encuentra Rukundo, su gorila favorito.

Cada mañana, Joy desayuna junto a sus hijos en las casas de los rangers. Aquellos que protegen a los gorilas del ataque de furtivos, que evitan que se lleven a cabo talas ilegales y que impiden que grupos rebeldes de la República Democrática del Congo crucen la frontera. Ni Favor ni Abie han visto jamás a la familia de Nyakagezi, ni lo harán hasta que alcancen la edad de 16. Sin embargo, gracias a la educación conservacionista que su madre les inculca cada día, saben que en las profundidades del bosque se esconden unos parientes cercanos de incalculable valor.
La familia de Nyakagezi la componen tres espaldas plateadas, un espalda negra, dos hembras adultas, dos juveniles y una cría de unos 2 años. La única familia de gorilas de montaña del parque nacional, que durante los últimos años ha sufrido 3 fallecimientos debido a tormentas eléctricas y al ataque de una manada de búfalos. Pérdidas irreparables para una especie que cuenta con poco más de 1000 ejemplares en libertad.
Cada día Joy y sus compañeros visitan a los Nyakagezi para asegurarse de que la familia se encuentra en buen estado. Que ninguno de ellos está herido o enfermo y que los más pequeños gozan de buena salud. Aunque para eso nadie mejor que Rukundo, el ojito derecho de Joy. Un espalda plateada de 225 kilos, cuyo carácter protector hacia los más jóvenes le ha llevado a ganarse un nombre que significa amor en lengua Swahili.

Dispuesto a defender a su familia ante la llegada de cualquier extraño, Rukundo cargó contra Joy la primera vez que visitó a los Nyakagezi. En el último momento se quedó paralizado a escasa distancia de su rostro, se miraron por un instante y finalmente Rukundo se dio la vuelta. Desde entonces, ambos tienen una relación especial en la que se comunican por medio de gruñidos. Cuando Joy emite dos “Grrrr” “Grrrr”, espera que Rukundo responda con un “Grrrr”, si todo va bien o con una repetición de “Grrrr” “Grrrr” “Grrrr” “Grrrr”, si no es el momento adecuado para acercarse.
Son muchos los viajeros que lloran de emoción durante la visita a esta familia de gorilas. Será por la belleza del entorno, por los nervios de saber que están viviendo una experiencia inolvidable o por el hecho de encontrarse cara a cara con la mejor versión de nosotros mismos. Experimentar la sensación de estar frente a unos seres humanos que a diferencia de nosotros, decidieron no salir del bosque. Así es como Joy define la visita a esta familia de grandes primates que siente como propia.
Hubo un momento en la década de los 80, que quedaban menos de 300 gorilas de montaña en nuestro planeta. El furtivismo, el tráfico ilegal de especies, la deforestación y los conflictos armados empujaron a la especie al borde del abismo. Actualmente gracias a personas como Joy, la especie encara un futuro esperanzador.

Para Rift Valley Expeditions, ha sido un orgullo colaborar en la producción de un documental sobre la vida de esta ranger tan comprometida con la conservación de la naturaleza.
“No puedo imaginarme un mundo sin gorilas.
Sería un mundo demasiado triste”
Joyleen Tugume
Dejar un comentario