Entre tuaregs, dunas y pinturas rupestres por el sur de Argelia
Mulay golpea de forma rítmica el volante del Toyota al compás de la música de Imarhan. Agazapado en su turbante blanco parece chasquear con los labios, coincidiendo con el ritmo de la pegadiza “Achinkad”. Mirada al frente. Al desierto. A la nada. Es feliz porque está en casa. Es un tuareg y, aunque a diferencia de sus ancestros no se desplaza en caravana de dromedarios por estos lares, disfruta igual del sonido del silencio, los paisajes de estremecedora belleza y la calima. Eso sí, a bordo de un todoterreno.
Conoce a pies juntillas este escenario que parece extraído de una nueva película de las Guerra de las Galaxias. Caprichosas formaciones rocosas que nacen entre la arena. El viento y el paso del tiempo han modelado este jardín árido y salvaje, a partes iguales.
El Parque Nacional Tassili N´Ajjer (“meseta entre los dos ríos” en tuareg), al sureste de Argelia, esconde algo que lo hace diferente. Que tiene atrapado a Mulay. Y a nosotros…Descubrámoslo:
Pinturas y grabados rupestres. Tras los pasos de Henri Lothe
La increíble colección de pinturas y grabados rupestres de Tassili, N´Ajjer, lo que en términos más prosaicos (y no sin razón) han bautizado como la “Capilla Sixtina del desierto”.
La comunidad científica todavía se pone las manos en la cabeza ante el descubrimiento. Un explorador francés de nombre Henri Lothe tiene la culpa. En 1956, y con una financiación económica del gobierno francés bajo el brazo, una treintena de camellos y una decena de entusiastas jóvenes especialistas trabajaron en el estudio de tan enigmáticas pinturas. Una expedición que tuvo repercusión mundial ya que, según palabras de la prensa de la época supuso “el descubrimiento de la Capilla Sixtina de la Prehistoria”.
Hasta la fecha se han identificado unos 15 mil grabados que representan desde grandes animales salvajes a rebaños, pasando por escenas de caza o danza. Los más antiguos corresponden a representaciones de grupos de cazadores-recolectores de hace más de 12 mil años de antigüedad.
Una maravilla paleontológica para descubrir.
Los tuaregs
Los hombres del desierto. Nómadas entre dunas. Convivir con ellos es hacerlo con un halo de leyenda e historia. Y eso que en los últimos 25 años ha cambiado ostensiblemente. Pero en un viaje por estos lares todavía podemos disfrutar de su taguella, un pan plano hecho de harina de trigo y cocinado bajo el fuego del carbón o su delicioso té mezclado con azúcar.
Allí, a la luz de la lumbre nos pueden explicar su organización social a base de castas, cómo enfundarse el turbante de manera efectiva o por qué siguen subsistiendo con métodos de pastoreo.
Los paisajes de Tassili N´Ajjer
La meseta de Tassili, en pleno desierto del Sáhara, cubre 72 mil kilómetros cuadrados en el sureste de Argelia, en las inmediaciones de la frontera de Libia, Níger y Malí. Uno de sus grandes alicientes es su paisaje agreste. Horizontes lejanos, llanuras de roca y bosques monolíticos. Cañones que albergan gueltas (cuencas de agua natural), arenisca, dunas y un extraño paisaje lunar. También de un mundo que, antaño, fue habitable, nada que ver con el estado actual.
La vida en el desierto
La jornada amanece bien temprano en el campamento. Ya sea en una tienda de campaña o al abrigo de un saco de montaña con el firmamento como techumbre, los rayos de sol tienen la virtud de desperezarse.
Un puñado de agua en el rostro como resorte matutino y desayuno al abrigo del posible viento. Café, pan, mantequilla, los omnipresentes dátiles…Recogida del campamento por parte del equipo y, mientras, paseo para desentumecer las articulaciones. Caminata entre un paisaje de ensueño hasta la llegada de los vehículos 4 x 4.
Mulay sonríe, como siempre, con la “Achinkad” de fondo. Visitas a petroglifos, pinturas, gueltas… A mediodía, con el sol cayendo a plomo, parada para descansar a la sombra, mientras el cocinero prepara el ágape del día. Ensalada, algo de carne, arroz…delicioso, seguro.
Nueva visita por la tarde y, sobre las 5, acampada.
Tiempo libro para charlar, explorar las dunas, instalar el campamento y prepararse para la cena.
El cielo salpica estrellas, Mulay vuelve a sacar la maltrecha guitarra y allí, junto al fuego, las historias de los tuaregs se entrelazan con la música y el té calentado entre las brasas.
Una noche más en el desierto.
Dejar un comentario