Al sur de la ciudad de Kampala se encuentra el pantanal de Mabamba. Una vasta extensión de papiro bañada por las aguas del lago Victoria que conforma el hogar de un ave que ha sobrevivido al paso del tiempo como pocas.
Mientras que los ugandeses acostumbran a llamarla shoebill, nosotros nos dirigimos a ella, en español, usando la denominación de picozapato. De andares lentos y silenciosos, este fósil viviente de aspecto inquietante, permanece la mayor parte del día inmóvil a la espera de detectar una presa. Como si de un equilibrista se tratase, mantiene la compostura sobre sus dos largas patas tratando de avistar peces, reptiles y anfibios en aguas poco oxigenadas. Un ecosistema en el que la vida subacuática se ve forzada a subir a la superficie para respirar, brindando a este oportunista depredador el instante decisivo para alimentarse.
De plumaje gris marengo, imponentes alas, ojos amarillos y un pico capaz de partir en dos la espina dorsal de cualquier culebra de agua, el picozapato se ha convertido en uno de los grandes atractivos turísticos de Uganda. Para todos aquellos apasionados del birdwatching, subirse a bordo de una canoa y remar en silencio entre el papiro en busca de esta ave representa toda una aventura.
Garcetas, garzas y martines pescadores revolotean a ambos lados de la embarcación arañando la superficie de las aguas. La densidad del papiro obliga constantemente a los navegantes a corregir el rumbo de proa para acceder a los espacios más alejados del mundanal ruido de la civilización. Esos lugares en los que este dinosaurio de elegante plumaje decidió cobijarse para siempre y perpetuar una especie que hoy afronta un futuro incierto debido a las malas prácticas humanas.
Toda una experiencia para aquellos amantes de la naturaleza que desean sentir por un instante que el tiempo se detiene para convertirse en eterno. La oportunidad de observar el parpadeo del picozapato antes de asestar su mortífero ataque sobre una tilapia o un siluro y contemplar el batir de alas con el que cada amanecer surca los cielos sobre las aguas de Mabamba.
Un ecosistema que a diferencia de otros humedales africanos se encuentra en un privilegiado estado de conservación. La explotación que el ser humano ejerce sobre los bosques de papiro, la contaminación de las aguas y el incremento demográfico de los núcleos urbanos, destruyen cada día muchos de los espacios de anidación del picozapato. Con una población en estado salvaje inferior a los 6.000 ejemplares, este tesoro de la naturaleza lucha para que su característico repiqueteo no se convierta en un canto de cisne.
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