Es fácil hablar de desigualdades sociales cuando nos referimos a capitales africanas (e incluso las de otros países del mundo), pero en mi opinión, Luanda -la capital de Angola- es uno de esos lugares donde el viajero percibe que esta diferencia es más evidente. Aun así, el centro de la ciudad tiene un encanto especial. Pasearse por sus calles, entrar en un restaurante para gozar de su gastronomía, con clara influencia portuguesa, y tomarse una fría Cuca (la cerveza más consumida en Angola) es muy agradable, siempre y cuando tengamos un buen puñado de Kwanzas en el bolsillo.
En 1970, Luanda apenas tenía medio millón de personas; hoy en día se estima una población de cerca de 10 millones. Este crecimiento exponencial es el que causa sentir en Luanda uno de los lugares donde más he percibido esa diferencia social entre ricos y pobres.
Luanda es sin duda una capital de contrastes en el que conviven los grandes edificios modernos de oficinas, con los coloridos edificios de la urbe colonial que construyeron los portugueses.
Un largo paseo marítimo, con una cuidada fila de palmeras, comunica el puerto de Luanda con la Fortaleza de San Miguel y ofrece a los luandeses, a parte de unas buenas vistas de la ciudad, un lugar agradable para pasear, correr o ir en bici por toda la bahía de Luanda, especialmente los fines de semana.

Pero Luanda tiene otra cara, la de la mayoría de la población. En la avenida de Catete se calcula que viven más de 4 millones de personas al límite de la pobreza, y en los alrededores de la zona portuaria también viven cientos de miles de personas en condiciones extremas. Todos estos barrios son de paso cuando utilizamos Luanda como base de algunas visitas interesantes.
Al norte de Luanda tenemos la Praia do Sao Tiago. Un camino de arena, al llegar al mercado de Panguila, nos lleva en pocos kilómetros a esta bahía donde perecen decenas de grandes navíos abandonados. Se trata, principalmente, de barcos de pesca, pero también los restos de algún petrolero son el sustento de decenas de hombres que con mazas y palancas sustraen pedazos de hierro, cables y aluminio para vender por peso en el mercado. El lugar tiene sin duda un atractivo especial

Dejando Luanda por la concurrida avenida de Catete accedemos a la carretera que nos llevará después de recorrer 320 km hasta la aldea de Pungo Andongo en mitad del paraje conocido como Pedras Negras. Pedras Negras es uno de los hitos angoleños más famosos. Estas extrañas formaciones rocosas de conglomerado y granito son la representación de diferentes procesos geológicos.
El lugar tiene un toque de leyenda asociado a algunos mitos de personajes históricos entre los que destaca el de la Reina Nzinga Mbande que dejó sus huellas marcadas en la roca y que tuvo un papel relevante con los portugueses y sus incursiones por el interior de Angola para el comercio de esclavos

No muy lejos de Pedras Negras se encuentran las Cataratas de Kalandula, otro lugar mágico al este de Luanda. Con 105 metros de altura y 400 metros de ancho, el Río Lucala cae formando una hermosa cortina de agua que podremos observar desde diversos miradores, siendo un privilegio poder dormir en la Posada de Kalandula, un antiguo enclave portugués reformado en un agradable hospedaje.
Al sur de Luanda se encuentra el Río Kwanza, que nace en la Meseta de Bié (en el centro del país) y termina desembocando en el océano Atlántico. Unas buenas vistas al Río Kwanza las podemos obtener desde el mirador en el interior del Parque nacional de Quiçama.
Para terminar, un lugar cerca del Parque de Quiçama que recomiendo para tomarse la última Cuca del día son las playas de Cabo Ledo. Un paraíso, especialmente para los surfistas.
Dejar un comentario