Uno se despierta en El Cairo con el canto del almuecín desde el minarete más cercano a su habitación. La primera razón para visitar Egipto es para conocer El Cairo, una ciudad repleta de historias y tradiciones, a la que hace ya mil cuatrocientos años los conquistadores musulmanes de Egipto la convirtieron en su capital. El Cairo rebosa color, ruido, cultura, esplendor, palacios, murallas, mezquitas, chilabas, salones para tomar té con menta y fumar una shisha… y un@ podría extenderse sobre las maravillas de la ciudad aunque también del caos absoluto que reina en ella.

La segunda razón para viajar hasta Egipto es para ir al país que vio florecer la antigua civilización faraónica (que se desarrolló entre el año 3100 a.C. al 30 a.C.) y, por lo tanto, rico en patrimonio históricos y a rebosar de yacimientos arqueológicos. A nadie deja indiferente contemplar las majestuosas pirámides de Guiza, la máscara funeraria de Tutankhamón, los signos jeroglíficos que decoran la sala hipóstila del templo de Karnak en Luxor, o el templo de Ramsés II en Abu Simbel.
Cualquiera de nosotros asocia estas imágenes a una de las civilizaciones más extraordinarias de la historia de la humanidad: el Antiguo Egipto. Y difícilmente encontraríamos otra civilización tan ampliamente reconocible por el público general.
Por último, viajar hasta Egipto es entrar en contacto con el Nilo. Con más de 6.600 km de longitud, el Nilo es el mayor río de África. Inicia su periplo en la región de los Grandes Lagos de África central y fluye a través de Uganda, Congo y continúa su curso por Sudán del Sur y Sudán, donde toma el nombre de Nilo Blanco.

Cerca de Jartum, la capital sudanesa, se une al Nilo Azul, que nace en el lago Tana de Etiopía y desde allí, recorre el resto del país de sur a norte, irrumpe en Egipto en medio de un gran valle y forma un amplio delta pantanoso antes de desembocar en el mar Mediterráneo. Sin embargo, el recorrido fluvial del Nilo en el Egipto de los faraones discurría únicamente en los últimos 1.300 km de su cauce. Fuente inagotable de recursos, el Nilo sigue aportando al pueblo egipcio con generosidad el agua y los alimentos necesarios para su subsistencia, constituyendo también la principal vía de navegación en el transporte de personas y mercancías por todo el país. No en vano el historiador griego Heródoto, que visitó el país a mediados del siglo V a.C., escribió: “Egipto es un don del Nilo”.
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